Desde el momento en que se anunció la convocatoria de Huelga General, los sindicatos que la suscribimos y apoyamos fuimos objeto de los más duros ataques, tanto desde los poderes públicos, como de las representaciones patronales o los medios de comunicación afines a éstas y hasta desde otras organizaciones que se llaman a sí mismas sindicales… Todo se puso en cuestión: nuestra continuidad, nuestra forma de abordar las reivindicaciones laborales, nuestra razón de ser…; todo menos la causa que nos había llevado a tener que adoptar esta fórmula: la reforma laboral y los recortes sociales. Nadie entró en la discusión sobre si ambas medidas eran o no las más idóneas para sacar al país del marasmo financiero, institucional y social en el que está inmerso, o si los recortes de derechos laborales, el abaratamiento del despido o la “autonomía empresarial” a la hora de dilapidar los convenios colectivos sería efectivamente la piedra angular de la reactivación económica y de la creación efectiva de empleo. Todo quedó en un segundo plano, detrás de las inconsistentes y, muchas veces, tendenciosas informaciones acerca de la vida privada de los líderes sindicales o de la labor que realizan los liberados. El objetivo estaba claro: desprestigia que algo queda.
Pero una gran parte de los trabajadores y trabajadoras de este país no se dejaron engañar porque saben perfectamente que si los sindicatos dejasen de existir, todo de lo que hoy disfrutan (salarios, vacaciones, salud laboral…) desaparecería de un plumazo. Y además, consideraron que las razones que sustentaron la convocatoria de Huelga eran más que suficientes para tomar la decisión de secundar la movilización. Muchos sectores productivos registraron altísimos índices de participación; el más llamativo, el protagonizado por la industria automovilística (100% de incidencia). Otros, como el nuestro (banca y ahorro), quedaron rezagados en cuanto a su respuesta (entre un 5 y un 10%). En general, un 60% amplio de respaldo a la Huelga nos hace albergar esperanzas de que el Gobierno dé marcha atrás en los aspectos más lesivos de la Reforma y encare la negociación sobre pensiones, edad de jubilación y prestaciones sociales con el afán negociador del que careció cuando aplicó el rodillo legislativo sobre las espaldas de los trabajadores y trabajadoras.
El esfuerzo personal y colectivo de cientos de sindicalistas en pro de conseguir el éxito el 29S dará sus frutos más pronto que tarde. Y la decisión de millones de trabajadores de secundar la Huelga y manifestarse en la calle contra una política económica inconsistente, errática y plegada al poder de los mercados y las multinacionales es un grito que el Gobierno no puede ni debe desoír.
Nuestro más profundo reconocimiento a nuestr@s compañeros y compañeras que secundaron la convocatoria y acudieron a las manifestaciones celebradas en todas las islas. El éxito final será también –y principalmente- de tod@s ell@s.
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